miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mi confrontación con la docencia.

Mi encuentro con la docencia fue por demás afortunado. Estudiante de escasos recursos económicos, becario desde la educación primaria luego de haber ganado algunos concursos de aprovechamiento, tuve la suerte de cursar el bachillerato en el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos No. 21 de Tapachula, Chiapas, que hoy ha adoptado la denominación de CBTis 88.
En esta escuela, el primer director me invitó a participar en la impartición de cursos intersemestrales de regularización para que mis propios compañeros, y los de otros grupos, superaran algunas deficiencias en las asignaturas de Física y Matemáticas. Esta labor la inicié cuando cursaba el tercer semestre de bachillerato y duró mientras estuve inscrito en el nivel medio superior.
En julio de 1977, una oficina de la Presidencia de la República me notificó que tendría que trasladarme a la Ciudad de México para continuar mis estudios de nivel superior. Me indicaban que debía matricularme en la Universidad Autónoma de México o en el Instituto Politécnico Nacional. En caso contrario, mi beca sería suspendida. Lamentablemente, la precariedad económica me obligó a perder la beca pero, providencialmente, el director del CECyT 21 me propuso una especie de trueque: en lugar de la beca, 12 horas docentes que me permitirían continuar estudios universitarios sin abandonar la ciudad.
Así se comenzó a escribir mi historia docente en el nivel medio superior. Seis meses después de haber egresado, ya participaba al lado de quienes meses antes me habían dado clases en el bachillerato. Por eso reitero: mi encuentro con la docencia fue de lo más afortunado.
Algunos de mis maestros me ayudaron enormemente para que mi encuentro formal con la docencia fuera tersa y sin sobresaltos. Paralelamente, me inscribí en el Centro Regional de Enseñanza Técnica Industrial del Soconusco para estudiar Ingeniería Civil. Esta institución, descentralizada y con amplia influencia francesa, ofrecía una opción para estudiar, simultáneamente, la especialidad de Profesor de Enseñanza Técnica Industrial, lo que me cayó como anillo al dedo porque pude relacionar la teoría con la práctica de manera increíble.
En 1982, cuando concluí la licenciatura en Ingeniería Civil, ya había alcanzado las 42 horas, que en aquellos años se le otorgaban a los Profesores de Tiempo Completo. De esta forma, la docencia fue mi primer empleo y mi desempeño como ingeniero se mantuvo en segundo plano.
En ciertos momentos caí en la tentación de invertir las posiciones y dedicarme más a la ingeniería civil que a la docencia. Premiado como el mejor estudiante de mi generación, pronto gané celebridad como calculista en proyectos de ingeniería pero la corrupción me obligó a poner los pies en la tierra: si participaba en concursos de obra, en los tres niveles de gobierno me pedían -algunos, con toda discreción; otros, burdamente- el famosísimo diezmo para que las obras me fueran adjudicadas. Al no aceptar, las posibilidades de trabajo se esfumaban.
Tomé entonces la más grande decisión: mi actividad principal sería la docencia en el nivel medio superior y, en mis tiempos libres, participaría en proyectos de ingeniería civil al lado de dos de mis mejores amigos y socios.
Fue la más trascendente decisión que hasta hoy celebro. Creo, sin exagerar, que la docencia corre por mis venas porque disfruto intensamente mi trabajo en las aulas, mismo que he ido depurando con el paso de los años. Siento que no hay mejor servicio que yo pueda brindar a la comunidad en que vivo que el participar en la formación de los jóvenes que se inscriben en el CBTis 88, la escuela de mis amores que me dió la oportunidad de estar en los dos lados del mostrador: primero como estudiante y ahora como docente.
Innumerables son las satisfacciones que la docencia me ha brindado. Pero creo, sin exagerar, que no hay satisfacción más grande que observar el rostro feliz de aquellos jóvenes que aprenden para la vida y que admiten, en menor o mayor medida, nuestra cuota de esfuerzo y entusiasmo para alcanzar sus propósitos.
Entre las insatisfacciones y frustraciones, que por fortuna son menores en comparación con las grandes satisfacciones que no tienen precio, puedo anotar la falta de compromiso de las diversas autoridades educativas que solo se dedican a cuidar su chamba pero que poco o nada les importa la educación. Aquí en Chiapas lo vivimos en su máxima expresión: burros flautistas son los responsables de la educación en sus diversos niveles.
Alberto González Martínez.

1 comentario:

  1. Alberto:
    No sé si exista una estadística al respecto, pero gran parte de los profesores del nivel medio procedemos de orígenes humildes. Me parece que este es un valioso dato que conviene enterar a nuestros alumnos para que conozcan dos cosas: la primera, que hemos vivido las estrecheces que algunos de ellos soportan; y la segunda, que el esfuerzo y los sacrificios nos permitieron superar un poco o un mucho nuestros orígenes (la movilidad social.
    Te comento que yo tambiçen soy egresado de un CENTRO DE ESTUDIOS CIENTÍFICOS Y TECNOLÓGICOS, el CECyT 157, de Ixtlán del Río, Nayarit.

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