La Mediación Pedagógica con didácticas específicas.
Alberto González Martínez.
Espero que no les parezca una exageración: conforme han transcurrido las semanas me he ido percatando de los notables avances que existen en materia educativa. Celebro haberme matriculado en esta especialización en Competencias Docentes porque tal decisión me abre la enorme posibilidad de incorporar nuevas y modernas herramientas a mi práctica docente en el CBTis 88 de Tapachula, Chiapas.
Con esto no intento decir que mi desempeño en las aulas es tan arcaico a grado tal que debo aceptar que durante los últimos años he vivido enteramente en el error. No. Lo que si admito, con toda franqueza, es que esta actualización me cae de maravilla porque me brinda la oportunidad de lograr mis objetivos docentes con mucha más eficacia y, sobre todo, de manera más divertida y atractiva para los jóvenes.
Ya varios camaradas de esta especialización en línea lo han aseverado y estoy completamente de acuerdo: ni todo lo pasado fue tan malo como para echarlo al cesto de la basura; ni todo lo nuevo es tan excelente que debemos admitirlo sin chistar. Lo recomendable será diseñar una especie de híbrido que rescate lo mejor de todo lo pasado y que incorpore las innovaciones que nos parezcan más pertinentes.
En este sentido, quiero comentar que mi trabajo en las aulas lo he podido medir de una manera quizá rudimentaria: cada año, mis estudiantes participan –con enorme alegría y entusiasmo- en los concursos de ciencias básicas. Y desde hace ya muchos años, mis estudiantes se han alzado con los primeros lugares en Matemáticas. He tenido la maravillosa oportunidad de acompañarlos a los Concursos Estatales y a las Olimpiadas de esta asignatura y siempre, invariablemente, nos ha ido excelentemente bien. Cualquiera podrá pensar que estos resultados son engañosos y tal vez tengan razón. Pero otro parámetro que me ha permitido evaluar la labor es el porcentaje de nuestros egresados que son admitidos en las escuelas de nivel superior.
De ahí mi convicción de que estamos medianamente bien pero vamos a estar mejor si nos atrevemos a incorporar las interesantes herramientas que en esta semana se nos plantean a través de diversas ligas y páginas de Internet. Poquito a poco, ingresaremos al fantástico mundo de las nuevas tecnologías porque ya no hay de otra: o le entramos o le entramos.
En mi caso, seguro estoy que mejoraré significativamente mi trabajo si incorporo elementos históricos a determinados temas de mi asignatura. También estoy consciente de que debo pulir mi estrategia para lograr aprendizajes mediante la resolución de problemas de la vida real.
Pero la gran aspiración es incorporar los simuladores, los manipuladores virtuales y la experiencia de muchos que ha recogido el Proyecto Descartes. Desde el comienzo mismo del presente semestre, ya estamos tramando -en nuestra Academia Local de Matemáticas- cómo entrarle a este asunto que para nosotros representa un reto formidable.
Y una buena parte de nuestros esfuerzos seguirá tercamente destinada a la creación de estrategias lúdicas que nos permitan generar aprendizajes a través de ciertos juegos, tanto en las aulas como fuera de ellas.
Los recursos que en esta semana he podido revisar en diversas páginas de Internet me llevan a la certeza de que pronto, mucho más pronto de lo que imaginamos, habré engarzado mis prácticas anteriores con las didácticas específicas que recomiendan los estudiosos de la materia.
No omito subrayar que me da mucho gusto estar descubriendo nuevas herramientas que, seguro estoy, me permitirán mejorar significativamente mi trabajo de mediación pedagógica con didácticas específicas para las Matemáticas.
viernes, 6 de febrero de 2009
domingo, 1 de febrero de 2009
Concepciones de aprendizaje congruentes
con el enfoque por competencias.
Alberto González Martínez.
Si aceptamos que una competencia es la integración de habilidades, conocimientos y actitudes en un contexto específico, estaremos de acuerdo que las concepciones de aprendizaje que guardan congruencia con este modelo son el aprendizaje por descubrimiento, el aprendizaje significativo, el constructivismo y el socio-constructivismo.
Como la Reforma Integral de la Educación Media Superior da especial énfasis al aprendizaje, nada mejor que sustentar tal proceso en la experimentación directa y el descubrimiento a partir de la realidad que le permita aplicar, de manera práctica, sus conocimientos en situaciones diversas. De esta forma, el estudiante experimentando descubre y logra realizar abstracciones a partir de hechos concretos que le son comunes.
También es pertinente promover aprendizajes significativos que el estudiante pueda relacionar con sus saberes previos. Aquí es importante que el aprendiz vea funcionalidad en sus aprendizajes, es decir, que los considere de utilidad e interés.
Será mucho mejor si promovemos la construcción del conocimiento tomando muy en cuenta la propia capacidad cognitiva de cada estudiante, de sus conocimientos previos y de las interacciones que sea capaz de establecer con el medio que le rodea.
También es congruente con el enfoque por competencias el socio-constructivismo que se basa, principalmente, en las aportaciones de Vigotski y que enfatiza la interacción social, la incidencia en la zona de desarrollo próximo, el aprendizaje situado y el aprendizaje colaborativo.
con el enfoque por competencias.
Alberto González Martínez.
Si aceptamos que una competencia es la integración de habilidades, conocimientos y actitudes en un contexto específico, estaremos de acuerdo que las concepciones de aprendizaje que guardan congruencia con este modelo son el aprendizaje por descubrimiento, el aprendizaje significativo, el constructivismo y el socio-constructivismo.
Como la Reforma Integral de la Educación Media Superior da especial énfasis al aprendizaje, nada mejor que sustentar tal proceso en la experimentación directa y el descubrimiento a partir de la realidad que le permita aplicar, de manera práctica, sus conocimientos en situaciones diversas. De esta forma, el estudiante experimentando descubre y logra realizar abstracciones a partir de hechos concretos que le son comunes.
También es pertinente promover aprendizajes significativos que el estudiante pueda relacionar con sus saberes previos. Aquí es importante que el aprendiz vea funcionalidad en sus aprendizajes, es decir, que los considere de utilidad e interés.
Será mucho mejor si promovemos la construcción del conocimiento tomando muy en cuenta la propia capacidad cognitiva de cada estudiante, de sus conocimientos previos y de las interacciones que sea capaz de establecer con el medio que le rodea.
También es congruente con el enfoque por competencias el socio-constructivismo que se basa, principalmente, en las aportaciones de Vigotski y que enfatiza la interacción social, la incidencia en la zona de desarrollo próximo, el aprendizaje situado y el aprendizaje colaborativo.
El Aprendizaje: un proceso en verdad complejo.
Alberto González Martínez.
Creer que el aprendizaje se reduce a la simple incorporación de contenidos nuevos en una determinada asignatura o ciclo escolar es una noción ampliamente extendida y que, en muchas ocasiones, es aceptada sin mayores cuestionamientos hasta por los propios maestros. Esta visión simplista ha tenido vigencia durante muchísimos años en nuestro país y los mismos estudiantes han fortalecido la idea de que solo aprenden aquellos que demuestran, en un examen escrito, que ya han comprendido los contenidos abordados durante un curso y que pueden recitarlos al pie de la letra o bien aprovecharlos en determinadas circunstancias planteadas por el maestro o el evaluador en turno.
Empero, el aprendizaje es un proceso mucho más complejo de lo que parece a simple vista. Cierto es que el aprendizaje es una apropiación que el ser humano hace de su realidad a partir de los saberes que va adquiriendo durante su vida pero no es menos cierto que nuestro propio Sistema Educativo Nacional ha anclado, firmemente, la creencia generalizada de que cualquier aprendizaje puede ser observado y medido mediante una serie de preguntas relacionadas con determinados contenidos vistos en el salón de clases. Es éste, quizá, uno de los más grandes problemas que enfrentamos en el sector educativo. Porque es muy común caer en la tentación de medir los aprendizajes de nuestros alumnos con base en preguntas y respuestas y no en el análisis y la reflexión de los cambios estructurales y personales que, en un tramo determinado, pudieron ocurrir en el estudiante.
Aunque parezca mentira, en los días que corren aún abundan camaradas docentes que llegan al salón de clases y, sin previo aviso, dicen a sus alumnos con voz muy sonora:
“Jóvenes: saquen una hoja, anoten su nombre completo y el grupo al que pertenecen. Vamos a hacer examen de los temas que hemos visto. ¿Listos?...”.
Acto seguido, comienzan a dictar cinco o diez preguntas, que pueden tener o no relación con las últimas clases, y así, en una hojita de cuaderno, se mide lo poco o mucho que los estudiantes han aprendido. Quienes así actúan estarán muy de acuerdo en la concepción reduccionista de que el aprendizaje es algo tan absolutamente trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualquiera. En cambio, quienes mantenemos la certidumbre de que el aprendizaje es muchísimo más que eso, mantenemos la preocupación y la ocupación por encontrar alternativas para no darle un sentido tan simplista y frívolo a nuestro trabajo como docentes.
Conviene entonces comprender a plenitud que, a pesar de que en nuestro Sistema Educativo Nacional durante muchas décadas el acento estuvo puesto sobre los contenidos y el proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que más nos debe inspirar es la forja de la identidad personal de nuestros estudiantes así como incidir en el proceso de transformación de ellos como seres humanos en crecimiento. Tal aspiración nos conduciría, inevitablemente, al diseño de novedosos mecanismos de evaluación para saber si, efectivamente, se están generando aprendizaje en nuestros estudiantes.
Pero si hay aprendizajes, entonces, y solo entonces, podremos pensar en el desarrollo de competencias aunque, como bien sostiene Perrenoud, no exista hoy en día una definición unánime de las mismas. Peor aquí en nuestro país, que desde comienzos del presente siglo nos encontramos inmersos en una Babel educativa –como apunta Xavier Vargas- provocada por el choque brutal de dos concepciones antagónicas: el actual enfoque educativo centrado en el aprendizaje y el añejo enfoque centrado en la exposición del maestro que todo lo sabe y que ilumina con sus conocimientos enciclopédicos a sus alumnos.
Aquí vale la pena subrayar que, en lo personal, percibo un riesgo en la Reforma Integral de la Educación Media Superior: que, agobiados por la incesante propaganda oficial sobre este tema, nos enfrasquemos en el desarrollo de competencias desde una perspectiva empresarial y solo logremos formar aptitudes para el trabajo en nuestros estudiantes y dejemos de lado lo valoral y actitudinal como elementos trascendentes de todo aprendizaje duradero.
Porque si podemos aceptar que una competencia es una capacidad de actuar, de manera eficaz, ante una situación determinada; no podremos negar que tal capacidad requiere de la posesión de determinados conocimientos pero también de intuición, de valores y de actitudes para alcanzar los propósitos. Solo que el desarrollo de las competencias no debe estar desprovisto de dos sentidos fundamentales: el sentido socio-ético, que atajaría cualquier intento de promover la competitividad operativa individual sin más compromiso que satisfacer las exigencias del mercado; y el sentido teórico-crítico, que garantizaría –a partir del análisis y la reflexión- la búsqueda del conocimiento humano desde una perspectiva mucho más amplia que la simple reproducción de esquemas.
Para concluir, debemos reiterar que el aprendizaje es un proceso verdaderamente complejo que solo puede irse comprendiendo mediante la aprehensión de saberes que permitan al sujeto la construcción del sí mismo. Proceso éste que, bajo ninguna circunstancia, puede observarse y medirse con la simple formulación de algunas preguntas relacionadas con determinados contenidos programáticos. Y las competencias solo podrán desarrollarse a partir de la capacidad que posean nuestros estudiantes para movilizar sus conocimientos e impregnarlos de elementos valorales y actitudinales que les permitan un desempeño competente.
No está de más enfatizar que los aprendizajes solo podrán lograrse si se sitúan en el interés personal y en la Zona de Desarrollo Próximo de nuestros estudiantes. En este sentido, no perdamos de vista la recomendación de Delors: es importante aprender a conocer y aprender a hacer pero no lo es menos aprender a convivir y aprender a ser.
Alberto González Martínez.
Creer que el aprendizaje se reduce a la simple incorporación de contenidos nuevos en una determinada asignatura o ciclo escolar es una noción ampliamente extendida y que, en muchas ocasiones, es aceptada sin mayores cuestionamientos hasta por los propios maestros. Esta visión simplista ha tenido vigencia durante muchísimos años en nuestro país y los mismos estudiantes han fortalecido la idea de que solo aprenden aquellos que demuestran, en un examen escrito, que ya han comprendido los contenidos abordados durante un curso y que pueden recitarlos al pie de la letra o bien aprovecharlos en determinadas circunstancias planteadas por el maestro o el evaluador en turno.
Empero, el aprendizaje es un proceso mucho más complejo de lo que parece a simple vista. Cierto es que el aprendizaje es una apropiación que el ser humano hace de su realidad a partir de los saberes que va adquiriendo durante su vida pero no es menos cierto que nuestro propio Sistema Educativo Nacional ha anclado, firmemente, la creencia generalizada de que cualquier aprendizaje puede ser observado y medido mediante una serie de preguntas relacionadas con determinados contenidos vistos en el salón de clases. Es éste, quizá, uno de los más grandes problemas que enfrentamos en el sector educativo. Porque es muy común caer en la tentación de medir los aprendizajes de nuestros alumnos con base en preguntas y respuestas y no en el análisis y la reflexión de los cambios estructurales y personales que, en un tramo determinado, pudieron ocurrir en el estudiante.
Aunque parezca mentira, en los días que corren aún abundan camaradas docentes que llegan al salón de clases y, sin previo aviso, dicen a sus alumnos con voz muy sonora:
“Jóvenes: saquen una hoja, anoten su nombre completo y el grupo al que pertenecen. Vamos a hacer examen de los temas que hemos visto. ¿Listos?...”.
Acto seguido, comienzan a dictar cinco o diez preguntas, que pueden tener o no relación con las últimas clases, y así, en una hojita de cuaderno, se mide lo poco o mucho que los estudiantes han aprendido. Quienes así actúan estarán muy de acuerdo en la concepción reduccionista de que el aprendizaje es algo tan absolutamente trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualquiera. En cambio, quienes mantenemos la certidumbre de que el aprendizaje es muchísimo más que eso, mantenemos la preocupación y la ocupación por encontrar alternativas para no darle un sentido tan simplista y frívolo a nuestro trabajo como docentes.
Conviene entonces comprender a plenitud que, a pesar de que en nuestro Sistema Educativo Nacional durante muchas décadas el acento estuvo puesto sobre los contenidos y el proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que más nos debe inspirar es la forja de la identidad personal de nuestros estudiantes así como incidir en el proceso de transformación de ellos como seres humanos en crecimiento. Tal aspiración nos conduciría, inevitablemente, al diseño de novedosos mecanismos de evaluación para saber si, efectivamente, se están generando aprendizaje en nuestros estudiantes.
Pero si hay aprendizajes, entonces, y solo entonces, podremos pensar en el desarrollo de competencias aunque, como bien sostiene Perrenoud, no exista hoy en día una definición unánime de las mismas. Peor aquí en nuestro país, que desde comienzos del presente siglo nos encontramos inmersos en una Babel educativa –como apunta Xavier Vargas- provocada por el choque brutal de dos concepciones antagónicas: el actual enfoque educativo centrado en el aprendizaje y el añejo enfoque centrado en la exposición del maestro que todo lo sabe y que ilumina con sus conocimientos enciclopédicos a sus alumnos.
Aquí vale la pena subrayar que, en lo personal, percibo un riesgo en la Reforma Integral de la Educación Media Superior: que, agobiados por la incesante propaganda oficial sobre este tema, nos enfrasquemos en el desarrollo de competencias desde una perspectiva empresarial y solo logremos formar aptitudes para el trabajo en nuestros estudiantes y dejemos de lado lo valoral y actitudinal como elementos trascendentes de todo aprendizaje duradero.
Porque si podemos aceptar que una competencia es una capacidad de actuar, de manera eficaz, ante una situación determinada; no podremos negar que tal capacidad requiere de la posesión de determinados conocimientos pero también de intuición, de valores y de actitudes para alcanzar los propósitos. Solo que el desarrollo de las competencias no debe estar desprovisto de dos sentidos fundamentales: el sentido socio-ético, que atajaría cualquier intento de promover la competitividad operativa individual sin más compromiso que satisfacer las exigencias del mercado; y el sentido teórico-crítico, que garantizaría –a partir del análisis y la reflexión- la búsqueda del conocimiento humano desde una perspectiva mucho más amplia que la simple reproducción de esquemas.
Para concluir, debemos reiterar que el aprendizaje es un proceso verdaderamente complejo que solo puede irse comprendiendo mediante la aprehensión de saberes que permitan al sujeto la construcción del sí mismo. Proceso éste que, bajo ninguna circunstancia, puede observarse y medirse con la simple formulación de algunas preguntas relacionadas con determinados contenidos programáticos. Y las competencias solo podrán desarrollarse a partir de la capacidad que posean nuestros estudiantes para movilizar sus conocimientos e impregnarlos de elementos valorales y actitudinales que les permitan un desempeño competente.
No está de más enfatizar que los aprendizajes solo podrán lograrse si se sitúan en el interés personal y en la Zona de Desarrollo Próximo de nuestros estudiantes. En este sentido, no perdamos de vista la recomendación de Delors: es importante aprender a conocer y aprender a hacer pero no lo es menos aprender a convivir y aprender a ser.
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